El doctor Watson observaba como Aidan andaba en bicicleta hacia el café más cercano donde se encontraría con unos amigos. Lo sabía porque llevaba 13 años siguiéndolo y sabía todo sobre el.
Esto comenzó cuando el niño era solo un bebé. Su madre había acudido a un control para revisar al pequeño y después de varios exámenes se pudo ver que tenía anomalías en la sangre y, además, su desarrollo cerebral era mayor al de los demás niños de su edad, esto llamó su atención. Era lo que necesitaban.
A medida que el pequeño crecía este desarrollo aumentaba, destacándolo de todos los demás y desde ahí su destino estaba “escrito”.
Planearon esto durante varios años, y ahora había llegado el momento apropiado.
- La trampa esta lista, el objetivo se acerca, espero sus órdenes -le comunicaron a través del micrófono.
-Todos listos.
El muchacho se acercaba, el doctor bajó del auto haciéndose pasar por un transeúnte cualquiera, al igual que el resto de los que allí se encontraban. Fingiendo una mirada de sorpresa, vió como el joven perdía el control de la bicicleta, y caía. Se acercó a él, y le tendió una mano.
-¿Te encuentras bien, muchacho? - preguntó con falsa preocupación.
-Si, no es la primera vez que me pasa.
Hizo el ademán de rascarse la nuca, dándole la señal a su equipo para que procedieran. El niño tímidamente tomó la mano que le tendía, dándole así, la oportunidad perfecta para inyectar la solución que el doctor traía escondida en su bolsillo.
Una pareja de transeúntes se acerco y tomo cada brazo del joven, para luego llevarlo al auto que los esperaba. El doctor miró a su alrededor, nadie los había visto. El plan había salido a la perfección.
Después de 12 largas horas en el laboratorio, el experimento había sido un éxito. El doctor y su equipo observaban a través de un cristal cómo Aidan amarrado a la camilla, poco a poco se despertaba y miraba a su alrededor intentando orientarse.
-¿Cómo te sientes Aidan? - preguntó a través de un pequeño micrófono que había en la pared.
-¡¿Dónde estoy?! ¿Quienes son ustedes? - exigió descontrolado. El doctor se dio cuenta de que sus ojos ya no eran grises, sino que eran muy oscuros, casi negros.
-Doctor, creo que algo está mal con el niño - dijo una de sus asistentes, que controlaba el ritmo cardíaco.
-¿Cómo se encuentran los signos vitales, John? - El doctor hizo caso omiso a su asistente… no podía quitarle la mirada de encima a su nuevo experimento.
-Se están alterando considerablemente, Doctor - respondió moviendo los dedos por el panel de control- el pulso está llegando a 200 y sigue subiendo.
-¡¿Dónde estoy?! ¡¿Por que estoy amarrado?! ¡¡SUÉLTENME!!
-Creo que ha olvidado un pequeño detalle, Watson - dijo el profesor Carlson, casi susurrando - el niño podría recordar algunas cosas sobre su pasado, eso no sería conveniente.
-Doctor, sus signos vitales…
-¡SILENCIO! - estaba tenso, y confundido, algo no había funcionado bien.
La sala quedó en silencio, tal como el doctor lo había pedido. Solo se escuchaban los pitidos de las máquinas al otro lado del vidrio. Pudo notar que Aidan se había calmado, y que cerraba los ojos otra vez. Su pulso se hizo lento… y de pronto, se detuvo.
Decepcionado, el doctor se quitó la bata, y entró a la sala en la cual yacía el niño, muerto. Desconectó las máquinas, quitó los cables, y cubrió a Aidan con una sábana.
Los asistentes, que aún no creían lo que habían visto, entraron también a la sala, en un silencio sepulcral
-Creo que aun no estaba listo para la cirugía...
-Tonterias, estaba mas que listo, algo debió salir mal -respondió el doctor Watson, mirando fijamente la camilla.
- Deberíamos hacerle un electrochoque para que…..
De pronto el suelo comenzó a temblar, los aparatos se empezaron a caer, las personas allí reunidas no podían sostenerse en pie, el cristal de la pared se reventó en mil pedazos, las luces comenzaron a prenderse y apagarse, la temperatura subió y todos comenzaron a gritar con horror.
Como una sola persona, todos comenzaron a correr hacia la salida, cuando a sus espaldas, escucharon un grito lleno de furia, seguido del sonido de esposas rompiéndose. El doctor se dio la vuelta, junto a todos y vieron al que en la mañana era solo un niño, y que ahora los miraba lleno de furia asesina en los ojos, los que antes estaban negros, ahora eran rojos y cambiaban alternativamente a azul, café y grises.
-Aidan...qu..que estás haciendo, cálmate - le dijo el doctor Watson totalmente aterrorizado, pero con calma fingida.
Aidan miro a cada uno, y esbozo una sonrisa macabra en su infantil rostro. Su mirada se dirigió a uno de los asistentes que se encontraba detrás del doctor, levantó una mano y John se elevó por los aires, el fuego rodeó su cuerpo, y en cuestión de segundos, lo consumió por completo, dejando olor a carne quemada.
Luego con un movimiento de muñeca, empujó al resto del equipo contra la pared a su espalda, con tanta fuerza para que murieran con el impacto, como un insecto chocando con el parabrisas de un auto.
El doctor alcanzo a activar la alarma de emergencia, antes de correr hacia el muchacho con una jeringa que contenía un somnífero muy potente. Este, al verlo, lo miro a la cara y el doctor sintió como el aire escapaba de sus pulmones y la sangre salía por sus orejas, nariz y boca, antes de caer seco como una pasa, muerto.
Aidan comenzó a dirigirse hacia la salida, recorrió el pasillo, y al final de este se encontró rodeado de personal armado. Sintió un pinchazo en el cuello, provocando nuevamente su furia, mató a todos los que se encontraban en la primera fila frente y detrás de él. Sintió pequeños pinchazos en las piernas, brazos, nuca y espalda, y luego de un minuto, cayó inconsciente al suelo. Inmediatamente los que allí se encontraban corrieron a ponerle una camisa de fuerza y lo arrastraron a los niveles inferiores del edificio, donde solo podría entrar personal autorizado. Lo metieron a una celda fuertemente fortificada y aislada al final del pasillo, y lo encerraron.
